Desde el
Kremlin se observará el ‘Grexit’ como la revancha por la desaparición de la
URSS
Una vez se desenfunda, en un gesto solemne de
dignidad, ya no cabe echarse atrás. Todos han cometido faltas. El FMI y
Alemania la austeridad a ultranza, Grecia el engaño en sus cuentas y la nula
voluntad de reformas, todos la falta de impulso político. Nadie había cometido
hasta el viernes pasado una falta mortal, de tanta trascendencia como para
corroer la confianza entre los socios.
Tsipras lo ha hecho al desenfundar. Será difícil
borrar este gesto hostil. Syriza ya se ha ido de la Unión Europea. Los referéndums
son para ratificar o incluso desempatar largas partidas sin fin, no para un uso
ventajista que se ampara en la democracia y alienta los instintos
nacionalistas.
El que Tsipras ha convocado unilateralmente solo tiene
apariencia democrática. Tenía sobre la mesa una oferta seria que primero
rechazó y luego quiso aceptar. Ha planteado una pregunta confusa e
ininteligible, que no se interpreta por el texto sino por las intenciones
abiertamente expresadas. La papeleta con el no antes que el sí no es propia de
un país europeo sino de Zimbabue, Somalia y Sudán, los países que ya acompañan
a Grecia en el impago al FMI. Ha contado con los apoyos parlamentarios de una
alianza extremista que luego ha querido esconder en la campaña: Amanecer Dorado
es el grupo filonazi y antieuropeo que complementa la coalición de la
izquierdista Syriza con los derechistas y también antieuropeos de ANEL.
¿Cómo confiar de nuevo en quien ha demostrado hasta
dónde llegaba su desconfianza? Tsipras podría pedir todavía el sí en el referéndum
o incluso anularlo o aplazarlo. El Eurogrupo, a continuación, podría aceptar la
última oferta griega y evitar la salida del euro. El FMI con las prudentes
palabras de su comunicado podría utilizar el margen de un mes para renegociar:
llama arrears (atrasos) al impago: los atrasos se pueden resolver; no
estigmatiza llamándole default (quiebra).
Nada de todo esto sucederá. El primer ministro griego
ya está liquidado y seguirá su camino hasta el precipicio. Su salida es
cuestión de tiempo. Horas, si gana el sí. La victoria de Tsipras solo va a
producir perdedores. Perderá Grecia más que nadie y mucho, pero también la UE.
La negociación que empezará el lunes solo será constructiva si Tsipras sale
derrotado. En caso contrario, será para organizar el divorcio. Ante una
victoria del no, nadie en sus cabales podría negociar que Grecia siguiera en el
euro. La UE quedaría en posición de debilidad, con toda la autoridad arruinada
y las reglas de juego del club a disposición de quien quisiera vulnerarlas.
Sería el fin.
En cualquier caso, el euro ya no lucirá desde el lunes
como una unión monetaria irreversible. El gesto griego será la invitación a
proseguir la demolición. Habrá especulación en los mercados. Se pondrán a
prueba los mecanismos financieros y bancarios construidos durante la crisis.
Draghi deberá repetir que hará todo para salvarlo. Presidirá la nueva crisis la
frase de Merkel: “Si cae el euro, cae Europa”. Desde el Kremlin se observará el
episodio con emoción y regocijo, como si fuera el inicio de la revancha y la UE
emprendiera el camino de la descomposición de la URSS hace 24 años.
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